Seducción. El arte de amar o cómo seducir según Ovidio
Consejos a los hombres.
[Las tres fases que debe seguir el que ama]
Lo primero de todo, procura descubrir lo que deseas amar. El paso siguiente es conquistar a la joven que te ha gustado; y en tercer lugar, conseguir que el amor dure por largo tiempo.
[¿Dónde ir para ligar]
Ella no va a venir a tu encuentro, volando por la brisas ligeras; la joven idónea para ti tienes que buscarla tú con tus propios ojos. Bien sabe el cazador dónde debe extender su redes a los ciervos, bien sabe en qué valle tiene su morada el rabioso jabalí. A los pajareros les son familiares las enramadas; el que sujeta el anzuelo conoce en qué aguas nadan peces en abundancia. También tú, que buscas materia para un amor duradero, entérate antes en qué lugar menudean las jóvenes. Lo primero que tienes que hacer es pasear sin prisa a la sombra del pórtico de Pompeyo. Visita también el pórtico decorado con cuadros antiguos que lleva el nombre de Livia. También los foros (¿quién podría creerlo?) son sitio apropiado para el amor, y muchas veces la llama amorosa brotó en el bullicio del foro. Pero más que en ningún otro sitio has de cazar en los curvos teatros: ésos son los lugares más fecundos para tus propósitos. Allí encontrarás qué amar y con qué divertirte, algo de lo que disfrutarás sólo una vez y algo que desearás mantener. A mirar vienen, pero también a que las miren: ese lugar ocasiona bajas al castro pudor. Y no pierdas de vista la carrera de caballos prestigiosos: el Circo, que da cabida a tanta gente, ofrece muchas ventajas. No hay necesidad de hacer signos con los dedos para transmitir recados ni tienes que mover la cabeza para dar a entender que has recibido un mensaje. Siéntate al lado de tu amada, si nadie te lo impide; acerca tu costado al suyo todo lo que puedas, sin miedo, puesto que, aunque tú no quieras, la estrechez de los asientos obliga a juntarse y por imposición del lugar has de rozar a la joven. Entonces busca la ocasión para empezar una charla amistosa y sean palabras triviales las que den comienzo a la conversación. Trata de preguntarle con mucho interés de quién son los caballos que se acercan, e inmediatamente apoya al auriga que apoye ella, cualquiera que sea. Y cuando aparezca la nutrida procesión con las imágenes de marfil de los dioses celestiales, aplaude con mano calurosa a la soberana Venus; y, como suele suceder, si algo de polvo cayera por casualidad en el regazo de la joven, sacúdeselo con los dedos, y aunque no haya polvo ninguno, sacúdeselo de todas formas, como si lo hubiera: cualquier cosa puede servir para mostrar tu amabilidad; si el manto le cuelga demasiado y le arrastra por tierra, recógeselo y álzalo deprisa del inmundo suelo; después de lo cual y en premio por tu amable gesto tendrás la suerte de contemplar sin que se oponga a ello la joven, sus piernas, con tus propios ojos. Aparte de eso, mira hacia atrás, no vaya a ser que el que está sentado detrás de vosotros, quienquiera que sea, empuje y apoye sus rodillas en la delicada espalda de ella. Los pequeños detalles cautivan a los espíritus sensibles; a muchos les ha sido útil mullir el cojín con mano habilidosa; les fue también provechoso agitar una tablilla para darle un poco de aire y poner un hueco escabel debajo de su tierno pie.
[Sugerencias para la conquista]
Antes de nada, penetre en tu mente la confianza de que a todas se las puede conquistar; las conquistarás; tú solo tienes que tender las redes.
No se te ocurra rizarte el pelo con unas tenacillas, ni depilarte las piernas con áspera piedra pómez; Belleza sin aliño cuadra bien a los varones. Véanse libre de sarro tus dientes y que el pie no te nade de un lado a otro en la sandalia desatada, y que un mal corte de pelo no te deforme la caballera, dejándotela erizada: hazte cortar el pelo y afeitar la barba por una mano experta; no te dejes crecer las uñas y llévalas limpias, y que no haya ningún pelo en los orificios de tu nariz, ni sea hediondo el aliento de tu maloliente boca, y que el semental y padre del rebaño no ofenda el olfato (Al mal olor de sobacos le llamaban los romanos "macho cabrío".).
No te avergüences de alabar su rostro y su cabellera, sus bien torneados dedos y su pequeño pie; incluso a las castas les gusta el pregón de su hermosura; la hermosura propia preocupa a las doncellas les agrada. Y no te quedes corto en prometer: las promesas atraen a las mujeres; por añadidura pon por testigos de tu promesa a los dioses que quieras.
También son útiles las lágrimas: con lágrimas conmoverás al diamante; procura, si puedes, que ella te vea las mejillas húmedas. Y si no te salen las lágrimas (pues no siempre vienen a su debido tiempo) restriégate los ojos con la mano mojada.
Es evidente que, del mismo modo que a la mujer le da vergüenza tomar la iniciativa, así, cuando es el hombre el que empieza, consiente en ello gustosamente. Demasiada confianza tiene en su propia belleza el hombre, quienquiera que sea, que aguarda a que ella lo solicite en primer lugar. Sea el hombre el primero en acercarse, diga él las palabras suplicantes; que ella escuche afablemente las súplicas cariñosas.
Aunque no sea lo suficientemente cariñosa y afable contigo, que de ella estás enamorado, insiste y mantente firme; llegará un día en que se ablandará.
Seducción. El arte de amar o cómo seducir según Ovidio
Consejos a las mujeres
[Aprovechad la juventud]
Ya desde ahora acordaos de la inminente vejez; así ningún momento se os escapará infructuoso. Mientras os es posible y declaráis todavía por el momento los años que en realidad tenéis, disfrutad; los años pasan igual que el agua de un río; la corriente que ha pasado no podrá regresar a su fuente, ni la hora que ha pasado puede tampoco volver. Hay que aprovechar la edad: con rápido pie se desliza la edad y no es tan buena la que viene luego como la que hubo antes.
[Consejos prácticos para estar guapas]
Las bellas no requieren la ayuda ni los consejos de mi arte; ya tienen ellas su dote: una belleza se impone sin necesidad de artificios. Sin embargo, raro es el rostro que no carece de algún defecto: tapa esos defectos en la medida que te sea posible y esconde la imperfección de tu cuerpo. Si eres baja, siéntate para que si estás de pie no parezca que estás sentada, y por muy pequeña que seas, acuéstate en tu cama; aquí también, para que no te pueda medir mientras está echada, procura esconder los pies poniéndote ropa encima. La que es demasiado delgada que se ponga vestidos de grueso lino y que un amplio manto le caiga desde los hombros. La que está pálida, que cubra su cuerpo con un tejido de rayas rojas; tú que eres más morena, recurre al auxilio de vestidos blancos. Si el pecho es escaso, que lo ciña una venda; la que tenga mal aliento que nunca hable en ayunas y que siempre se mantenga a distancia del rostro del hombre; si tienes algún diente negro o grande o descolocado, el reírte te perjudicará mucho.
Seducción. El arte de amar o cómo seducir según Ovidio
¡Qué a punto he estado de advertiros que os cuidarais del olor a macho cabrío en los sobacos y de que vuestras piernas no se os pusieran ásperas de enhiestos pelos! (...) ¿Y qué tal si os aconsejo que la suciedad no ennegrezca vuestros dientes y que os lavéis con agua la cara por la mañanas? También sabéis blanquearos el cutis poniéndoos albayalde, y la que no tiene de por sí tono sonrosado, se lo procura artificialmente; con artificio rellenáis los intersticios vacíos de vuestras cejas y un pequeño lunar adorna vuestras intactas mejillas. (...) A pesar de todo, que el amante no vea los frascos desparramados sobre el tocador: el artificio embellece siempre que se mantenga en secreto.
La mujer que tenga una rala cabellera, ponga un guardián en su puerta o compóngasela siempre en el templo de la Buena Diosa. A una mujer se le avisó de repente de que yo llegaba; ella azorada se puso al revés la peluca.
[Consejos prácticos para la acción]
Practica mil juegos, es vergonzoso que una mujer no sepa jugar; el amor se concierta muchas veces durante el juego.
El azar prevalece en todo momento: ten siempre echado el anzuelo; en el remolino donde menos lo pienses, habrá un pez.
Evitad a los hombres que hacen ostentación de su elegancia y galanura, y colocan cada cabello en su sitio. Las palabras que os dicen a vosotras, se las dijeron a otras mil mujeres: su amor va de aquí para allá y en ningún lugar se detiene.
Lo que se da fácilmente no puede alimentar un amor duradero. Hay que intercalar de vez en cuando una negativa en medio de las alegres diversiones. Que esté tendido ante las puertas y diga "puerta cruel" y sobrelleve muchos desaires con sumisión y otros muchos con amenazas.
Conseguid (y esto es fácil) que nosotros creamos que nos amáis. A los enamorados les entra fácilmente la confianza que se aviene a sus deseos. Que la mujer mire al joven amablemente y suspire desde lo hondo de su pecho, y le pregunte por qué viene tan tarde; añádanse lágrimas y angustia fingida ante la posibilidad de una rival, y que le arañe el rostro con las uñas. Al momento quedará persuadido, sentirá compasión espontáneamente y dirá "esa se desvive por mí".
Fuente: Ovidio, El arte de amar, (consejos a las mujeres extraídos del libro III; consejos a los hombres extraídos de los libros I y II).
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