Como emplean los sacerdotes el lenguaje corporal. Manos abiertas
Manos abiertas: lo contrario del puño violento o de las manos cerradas del egoísmo.
Un cristiano que se acerca a comulgar y recibe el Pan de la Vida con la mano extendida, está dando a su gesto un simbolismo de fe muy expresivo.
c) Las manos unidas: palma contra palma, o bien con los dedos entrelazados. Es una postura que parece que no se conocía en los primeros siglos, y que puede haberse introducido por influencia de las culturas germánicas. Aunque en el Oriente es también muy conocida.
Es la actitud de recogimiento, de la meditación, de la paz. El gesto de uno que se concentra en algo, que interioriza sus sentimientos de fe. La postura de unas manos en paz, no activas, no distraídas en otros menesteres mientras ora ante Dios.
Naturalmente, la postura de unas manos puede ser sólo algo exterior, sin que responda a la actitud interior.
3/ Las manos del presidente
El que más elocuencia debe tener en sus manos, durante la celebración cristiana, es el presidente. Su misma actitud corporal y los movimientos de sus brazos y de sus manos pueden ayudar a todos a entrar mejor en el Misterio que se celebra.
Un presidente, de pie ante la comunidad y ante Dios, con los brazos abiertos y las manos elevadas, proclamando la plegaria común, ofreciendo, invocando; un presidente que saluda con sus manos y sus palabras a la comunidad reunida, que la bendice y que le da la Eucaristía.
Muchos de sus gestos no le pertenecen: no son expresión sin más de sus sentimientos en ese momento, sino que están de alguna manera "ritualizados", porque son signo de un Misterio -tanto descendente como ascendente-que no le pertenece, sino que es de toda la Iglesia. Pero él da al rito su sentido vital, haciéndolo con elegancia, con pausa, con expresividad, con convicción.
El presidente expresa también con sus manos la comunión con la asamblea, la dirección vertical hacia Dios, su propio compromiso de orante. Cuando se lava las manos, antes de empezar la Plegaria Eucarística, está dando importancia al simbolismo que esas manos tienen. Consciente de su debilidad, hace ante todos un gesto penitencial, porque no se siente digno, ni ante Dios ni ante la comunidad, de elevar esas manos en nombre de todos hacia Dios.
Manos que ofrecen
Hay unos momentos particularmente expresivos: cuando las manos del presidente se elevan con el pan y el vino.
Son tres estos gestos en la celebración de la Eucaristía:
a) cuando en el ofertorio el sacerdote presenta el pan y el vino, elevándolos un poquito sobre el altar; este momento no tiene todavía mucha importancia: las palabras que los acompañan, el Misal supone que normalmente se dicen en secreto (aunque es facultativo que se digan en voz alta); es un gesto de presentación, no tanto de ofrecimiento: el ofrecimiento verdadero vendrá después, cuando ese pan y ese vino se hayan convertido en el Cuerpo y la Sangre del Señor
b) en la consagración, después de pronunciar sobre cada uno de los dones las palabras de Cristo, el sacerdote los eleva un poco, mostrándolos a los fieles; es un gesto que se introdujo a principios del siglo XIII, con la intención de favorecer que los fieles "vieran" la Eucaristía; y como el sacerdote estaba de espaldas, tenía que elevar los Dones de una manera notable; ahora esta elevación no es necesario que sea tan pronunciada: no tiene todavía el sentido de ofrecimiento, sino de "mostración" u ostensión al pueblo;
c) y por fin el momento culminante, cuando al final de la Plegaria Eucarística, mientras proclama la "doxología" ("por Cristo, con El y en El..."), el sacerdote eleva el Cuerpo y la Sangre de Cristo-esta vez los dos juntos, uno en cada mano-hacia Dios, a quien dirige "todo honor y toda gloria"; es la "elevación" más antigua y la más importante, y la que con mayor énfasis debe hacer el presidente: precisamente por ese Cristo que tiene en las manos es como la comunidad rinde a Dios el mejor homenaje de adoración.
La jerarquía entre estos tres gestos de elevación se ve claramente en el Misal, que ha cuidado los términos en cada caso:
- en el ofertorio, el sacerdote "tiene la patena con el pan y la sostiene un poco elevada sobre el altar"
- en la consagración "toma el Pan y teniéndolo un poco elevado sobre el altar, lo muestra al pueblo...",
- mientras que en la doxología final, toma "la patena con la Hostia, y el cáliz, y elevando ambos dice...".
El momento en que más solemnemente ofrecemos a Dios nuestro mejor don-que es a la vez el suyo, el Cuerpo y Sangre de Cristo-es éste al final de la Plegaria.
Como emplean los sacerdotes el lenguaje corporal
Una asamblea no maniatada
Durante los primeros siglos los fieles imitaban la postura y los gestos del presidente: oraban de pie, mientras escuchaban la Plegaria Eucarística, y en determinados momentos elevaban también sus brazos al cielo.
Más tarde cambiaron las cosas, porque a partir del siglo XI se fue generalizando la postura de rodillas para los fieles, mientras el presidente quedaba en pie. Y los movimientos de brazos se reservaron a éste.
Ahora, en la celebración eucarística, la asamblea tiene contados movimientos con sus manos: la señal de la cruz, los golpes de pecho, extender su mano para la comunión, dar la mano o el brazo en el momento de la paz...
Sería interesante que, al menos en celebraciones de grupos o en circunstancias especialmente festivas, las manos de la asamblea también se liberaran para utilizar su lenguaje de fe. No es nada extraño que en el Vaticano los fieles aplaudan, o que en Lourdes desplieguen antorchas, o que reciten el Padrenuestro con los brazos elevados al cielo...
La liturgia también pasa por las manos.
Unas manos que dan, que ofrecen, que reciben, que muestran, que piden, que se elevan hacia Dios, que se tienden al hermano, que trazan la señal de la cruz...
Es bueno que haya sencillez, sobriedad y gravedad en la celebración.
Pero no lo es que las manos queden como atrofiadas e inexpresivas. No hace falta llegar al éxtasis y a la teatralidad. Pero tampoco es propio de la celebración cristiana que todo lo encomendemos a las palabras, y no sepamos utilizar-sobre todo los ministros-el lenguaje corporal.
Ya sé que todo gesto presenta la tentación de dejar satisfecho por su sola ejecución, y no preocuparse por su contenido humano o espiritual.
Pero una recta educación al gesto litúrgico, y una motivación de cuando en cuando recordada, pueden llevar a que sean algo más que movimientos rituales sin sentido.
Gestos bien hechos, reposados, en sintonía con la riqueza interior de fe: gestos dirigidos a Dios, gestos dirigidos a los hermanos. Gestos no vacíos, o simplemente porque están mandados, sino llenos, auténticos.
JOSÉ ALDAZABAL. GESTOS Y SÍMBOLOS (I) Dossiers CPL 24 ISBN: 84-7467-164-7 Barcelona 1986.
Fuente: http://mercaba.org/LITURGIA/Gestos/lenguaje_de_las_manos.htm
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