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EL ARTE DE LA ESTRATEGIA

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La Edad de Oro de la Mafia (2)

Estrategias de Occidente > Estrategias geniales > La Edad de Oro de la Mafia

El cine los representó en el personaje de Vito Corleone, interpretado por Marlon Brando. Los padrinos de la mafia fueron un reducido grupo de inmigrantes italianos -procedentes casi todos de Nápoles, Calabria y Sicilia- que llevó a Estados Unidos su concepto de clan, así como el desprecio a la autoridad y una gran capacidad de organización, lo cual le permitió dominar los negocios ilegales.

Gángsteres y mafiosos
Al Capone encarna la figura del gángster americano por excelencia. Lo fue gracias a los periodistas, abogados, políticos y magistrados corruptos que explotaban y admiraban su temeridad en el negocio de las bebidas alcohólicas y la prostitución en el Chicago de los años 20. Fue un asesino instintivo que exhibía el desprecio a la ley y la falta de escrúpulos como sus principales recursos. Pese a ser de origen napolitano, su trayectoria criminal no guarda relación con los valores de la familia ni los códigos de honor que en un principio caracterizaron a las organizaciones italianas.

Bien es cierto que tampoco la mafia siculoamericana tuvo padrinos equiparables a la estampa de los viejos capos sicilianos, como Cascio Ferro. El mito del mafioso como hombre de honor y fiel a unos principios digamos "morales" debe mucho a la imagen que ha contribuido a crear el cine, sobre todo la trilogía El Padrino, dirigida por Francis Ford Coppola y escrita por Mario Puzo. El Vito Corleone de Puzo reuniría la respetabilidad del carácter mediterráneo y la amplitud de miras del empresario del Nuevo Mundo. Es probable que una figura así no haya existido nunca. Ciertamente, la mayoría de bosses estadounidenses del siglo XX se acercan más al estereotipo de Al Capone. Pero si hubo un personaje similar al padrino mítico promocionado por Hollywood, este fue, sin duda, Charley Lucky Luciano.


La Edad de Oro de la Mafia. Lucky Luciano

Lucky Luciano y la Cosa Nostra
La mafia gangsteriana norteamericana de los años 20 ya no tiene como base a los grupos étnicos, sino que toma elementos de toda la sociedad estadounidense. Al absorber y unificar las diversas asociaciones delincuentes, se convirtió en un órgano de poder, cuyos dos polos se encontraban en el Chicago de Al Capone y en el Nueva York de la incipiente Cosa Nostra. Su gran volumen de negocios giraba en torno a la Ley Seca, pero también al control de las apuestas (hipódromos, boxeo) y las loterías.

En Nueva York, la Mano Negra había evolucionado hacia la más sofisticada Cosa Nostra, regentada por dos grandes capos que aglutinaban a las familias de los diferentes distritos. Por una parte estaba Joe Masseria, que tenía como segundos a Luciano, Vito Genovese (en la imagen), Albert Anastasia y Frank tres dedos Costello; y en el otro bando estaba Salvatore Maranzano, con Carlo Gambino y Vincent Mangano. Luciano, con una serie de intrigas, enfrentó a los dos capos, para luego deshacerse de ambos entre octubre de 1929 (asesinato de Masseria en un restaurante del Bronx a cargo de los hombres de Luciano, mientras él se encontraba en el baño del mismo restaurante) y abril de 1931 (asesinato de Maranzano a cargo de los judíos Ben Siegel y Meyer Lansky, amigos de Luciano, avanzándose por pocos minutos al encargo que Vincent Coll, el perro rabioso, había recibido del propio Maranzano para eliminar a Lucky).

La historia de la mafia siculoamericana inició un período de esplendor que concluiría a mediados de los años 60, coincidiendo con las revelaciones del primer gran arrepentido de la historia de la Mafia, Joe Valachi, quien entre 1962 y 1964 confirmaría a las autoridades que fue Luciano el organizador del nuevo sistema que en 1931 pacificó a las familias mafiosas de todo el país. La Cosa Nostra instauró en los años 30 una especie de democracia territorial en la que nadie en concreto ostentaba el título de gran padrino o superboss: Mangano y Gambino controlaban Brooklyn; Gagliano y Lucchese, el Bronx; Progaci y Magliocco hacían lo propio en Staten Island; Milano mandaba en Cleveland; Capone, en Chicago; y la zona centro de Manhattan era el territorio de Luciano y de su lugarteniente, Vito Genovese, aunque en Nueva York también había otros bosses no sicilianos como Dutch Schultz, que controlaba la lotería en Harlem, y Owney Madden, propietario del Cotton Club. Luciano no colaboró exclusivamente con sicilianos, lo cual fue crucial para la consolidación de su poder. La lealtad de su amigo judío Meyer Lansky sería clave para su expansión internacional.

Mandando desde Sing Sing
Entre 1931 y 1936, coincidiendo con la gran depresión económica, Luciano se benefició de la detención de Al Capone en 1932 y de las muertes de Vincent Coll y de los capos judíos. Su política pactista con las fuerzas del orden y los políticos (a base de sobornos), contraria a las manifestaciones de violencia innecesarias, fue otro gran acierto. Pero a pesar de sus precauciones, en 1936 un funcionario con fama de justiciero, Thomas E. Dewey, logró inculpar a Luciano por proxenetismo, y un tribunal de Nueva York lo condenó a diez años de cárcel. Al contrario que Capone, que murió sifilítico en la cárcel a principios de los años 40, Luciano siguió controlando sus negocios desde Sing Sing y ejerciendo de padrino recibiendo constantes visitas. Su salida oficial de la cárcel está fechada en enero de 1946, aunque la libertad le fue concedida con la condición de ser expulsado de Estados Unidos y extraditado a Italia. No obstante, cuatro años antes, en plena Segunda Guerra Mundial, se habían producido unos acontecimientos que habían hecho entrar a la mafia siculoamericana en la historia política de los Estados Unidos.


La Edad de Oro de la Mafia. Sabotaje nazi en los muelles de Nueva York

En 1942, poco después de que Estados Unidos entrara en guerra, el Gobierno tenía que afrontar urgencias relacionadas con el espionaje y las infiltraciones nazis, que atentaban contra la seguridad de la navegación con actos de sabotaje, confiados probablemente a elementos fascistas en la comunidad italoamericana. Muchos navíos eran sistemáticamente hundidos por submarinos enemigos, que permanecían en la zona porque conseguían abastecerse en aguas norteamericanas. La solución pasó por una serie de reuniones entre miembros de la Inteligencia Naval y del Gobierno con Lucky Luciano. La razón no era otra que el control que ejercía la Cosa Nostra sobre el puerto de Nueva York y los correspondientes sindicatos. El hecho de que algunos de los más importantes socios de Luciano fueran judíos garantizaba la filiación antifascista de la Cosa Nostra, que no tardó en resolver el problema de los sabotajes y colaboró con la detención de espías. Pero el "patriotismo" de Lucky Luciano se vería refrendado un par de años más tarde por una acción de mucha más envergadura militar.

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Fuente: http://www.cliorevista.com

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