Personalidad seductora. La sirena - El arte de la estrategia

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Personalidad seductora. La sirena

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A un hombre suele agobiarle en secreto el papel que debe ejercer: ser siempre responsable, dominante y racional. La personalidad seductora de la sirena es la máxima figura de la fantasía masculina porque brinda una liberación total de las limitaciones de la vida.

En su presencia seductora, siempre realzada y sexualmente cargada, el hombre se siente transportado a un mundo de absoluto placer. Su personalidad seductora es peligrosa, y al perseguirla con tesón, el hombre puede perder el control de sí, algo que ansia hacer.

La personalida seductora de la sirena es un espejismo: tienta a los hombres cultivando una apariencia y actitud particulares. En un mundo en que las mujeres son, con frecuencia, demasiado tímidas para proyectar esa imagen, la sirena aprende a controlar la libido de los hombres encarnando su fantasía.

Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. [...] Porque les hechizan las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo.
-Circe a Odiseo, Odisea, Canto XII.

En el siglo V a.C, el rey Kou Chien eligió a la sirena china Hsi Shih entre todas las mujeres de su reino para seducir y destruir a su rival, Fu Chai, rey de Wu; con ese propósito, hizo instruir a la joven en las artes de la seducción. La más importante de éstas era la del movimiento: cómo desplazarse graciosa y sugestivamente. Hsi Shih aprendió a dar la impresión de que flotaba en el aire enfundada en su indumentaria de la corte. Cuando finalmente se entregó a Fu Chai, él cayó pronto bajo su hechizo de seductora. Nunca había visto a nadie que caminara y se moviera como ella. Se obsesionó con su trémula presencia, sus modales y su aire indiferente. Fu Chai se enamoró tanto de ella que dejó que su reino se viniera abajo, lo que permitió a Kou Chien invadirlo y conquistarlo sin dar una sola batalla.

La sirena es la seductora más antigua de todas. Su prototipo es la diosa Afrodita -está en su naturaleza poseer una categoría mítica-, pero no creas que es cosa del pasado, o de leyenda e historia: representa la poderosa fantasía masculina de una mujer muy sexual y extraordinariamente segura y tentadora que ofrece interminable placer junto con una pizca de peligro. En la actualidad, esta fantasía atrae con mayor fuerza aún a la psique masculina, porque hoy más que nunca el hombre vive en un mundo que circunscribe sus instintos agresivos al volverlo todo inofensivo y seguro, un mundo que ofrece menos posibilidades de riesgo y aventura que antes. En el pasado, un hombre disponía de salidas para esos impulsos: la guerra, navegar en alta mar, la intriga política. En el terreno del sexo, las cortesanas y amantes eran prácticamente una institución social, y brindaban al hombre la variedad y caza que ansiaba.

Sin salidas, sus impulsos quedan encerrados en él y lo corroen, volviéndose aún más explosivos por ser reprimidos. A veces un hombre poderoso hará las cosas más irracionales, tendrá una aventura cuando eso es lo menos indicado, sólo por la emoción, por el peligro que implica. Lo irracional puede ser sumamente seductor, y más todavía para los hombres, que siempre deben parecer demasiado razonables. Si lo que tú buscas es fuerza de seducción, la sirena es la más poderosa de todas. Opera sobre las emociones básicas de un hombre; y si desempeña de modo apropiado su papel, puede transformar a un hombre normalmente fuerte y responsable en un niño y un esclavo. La sirena actúa con especial eficacia sobre el tipo masculino rígido -el soldado o héroe-, como Cleopatra trastornó a Marco Antonio y Marilyn Monroe a Joe DiMaggio.


Pero no creas que ese tipo es el único que la sirena puede afectar. Julio César era escritor y pensador, y había transferido su capacidad intelectual al campo de batalla y la esfera política; el dramaturgo Arthur Miller cayó bajo el hechizo de Marilyn tanto como DiMaggio. El intelectual suele ser el tipo más susceptible al llamado de placer físico absoluto de la sirena, porque su vida carece de él. La sirena no tiene que preocuparse por buscar a la víctima correcta. La magia de la sirena actúa sobre todos. Antes que nada, una sirena debe distinguirse de las demás mujeres. Ella es rara y mítica por naturaleza, única en su grupo; es también una valiosa presa por arrebatar a otros hombres.


Personalidad seductora. Sirena. Tullia d'Aragona
Pintura de Joseph Heintz el Viejo (1564–1609)

Habiéndose distinguido de las demás mujeres, la seductora sirena debe poseer otras dos cualidades críticas: la habilidad para lograr que el hombre la persiga con tal denuedo que pierda el control, y un toque de peligro. El peligro es increíblemente seductor. Lograr que los hombres te persigan es relativamente sencillo: te bastará con una presencia intensamente sexual. Pero no debes parecer cortesana o ramera, a quien los hombres persiguen sólo para perder pronto todo interés. Sé en cambio algo esquiva y distante, una fantasía hecha realidad. Las grandes sirenas del Renacimiento, como Tullía d'Aragona, actuaban y lucían como diosas griegas, la fantasía de la época. Hoy tú podrías tomar como modelo a una diosa del cine, cualquiera con aspecto exuberante, e incluso imponente. Estas cualidades harán que un hombre te persiga con vehemencia; y entre más lo haga, más creerá actuar por iniciativa propia. Ésta es una excelente forma de disimular cuánto lo manipulas. La noción de peligro, de desafío, a veces de muerte, podría parecer anticuada, pero el peligro es esencial en la seducción. Añade interés emocional, y hoy es particularmente atractivo para los hombres, por lo común racionales y reprimidos.


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